¡POR UN FUTURO SIN BARRERAS!💪🏼
¡Bienvenidos y bienvenidas una semana más a la columna semanal!🙋🏼♀ Esta semana hemos tenido que crear un relato sobre una educadora social en el año 2050.
En esta ocasión he creado un relato📝 en primera persona, en la que he descrito como va a ser el mundo dentro de 25 años, en el que he tenido una intervención con un chico que ha sido despedido por su discapacidad física👨🏻🦽.
Mi nombre es María y soy educadora social. Desde que acabé la carrera en 2028 he dedicado mi vida a acompañar a personas que han necesitado ayuda, que por una razón u otra, el sistema siempre han dejado atrás. Actualmente, en el año 2050, la sociedad ha cambiado bastante. La tecnología se ha adueñado casi de nuestra sociedad en la que podemos encontrar coches flotantes o que conducen solos, inteligencia artificial por todas partes... Sin embargo, algunos problemas siguen siendo los mismo de siempre.
Se prometió que la automatización traería igualdad y que la accesibilidad sería un derecho para todos y todas. Pero la realidad no ha sido esas. En esta era tecnológica, muchas personas se siguen encontrado con barreras que no les permite ser uno más.
Os quiero compartir una historia que me ha ocurrido recientemente al tener una intervención con un chico que se encuentran en sillas de ruedas, Álex.
El otro día, en el centro comunitario "Horizonte Inclusivo" tuve una intervención con Álex, un joven de 32 años que se encuentra en el centro desde que cumplió los 18. Me llamó porque quería verme para comentarme algo, ya que llevo trabajando con él hace 10 años. Me dijo que solicitó el encuentro conmigo porque ha tenido una serie de conflictos en su nuevo empleo, donde la inteligencia artificial de recursos humanos parecía no comprender sus necesidades.
Al llegar a la sala, me encontré a Álex frente a la ventana panorámica, observando los coches de alta velocidad que circulaban entre los rascacielos con cara de preocupación y rabia.
—No es la primera vez que me rechazan por cosas que ni siquiera dependen de mí —dijo Alex sin mirarme.
Yo tomé asiento a su lado.
—Cuéntame, Alex. ¿Qué ha pasado exactamente?
—La IA de la empresa me asignó tareas que no podía realizar físicamente. Intenté ajustarlas en mi módulo de accesibilidad, pero el sistema no lo permitía. Cuando me quejé a mis jefes, me dijeron que "optimizarían" el puesto. Y lo que hicieron fue, despedirme.
Yo asentí la cabeza con impotencia ya que no era la primera vez que veía cómo la automatización, lejos de ayudar, seguía invisibilizando a las personas con alguna dificultad física.
—La accesibilidad no debería ser opcional. Podemos presentar una apelación. Pero dime, ¿qué es lo que realmente quieres hacer Álex?— le pregunté.
Alex me miró, con una mezcla de frustración y esperanza.
—Quiero demostrar que no somos solo un "ajuste" en los algoritmos. Quiero ser parte del cambio.
Le sonreí y le conteste:
—¡Entonces hagámoslo juntos Álex, seguiremos luchando para que estas desigualdades acaben de una vez por todas!
Así que me conecté a mi ordenador pulsando una pulsera en la que sale la pantalla sobre la superficie y comencé a redactar el primer paso de una estrategia de incidencia social. En el año 2050, la lucha por la inclusión aún no ha terminado, pero cada acción cuenta.
Espero que os haya gustado ¡hasta la próxima!💗
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